lunes, 31 de mayo de 2010
EU NÃO FALO PORTUGUÊS
El tiempo es redondo de Discovery Channel
Hay también videos, juegos y otros variados temas en la página principal: http://www.tudiscovery.com/
Hasta pronto,
jueves, 28 de enero de 2010
Practiquemos, un programa para aprendizage
Administre sus estudios, aprenda o complemente sus clases de español solito.
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Hay muchos ejercicios para practicar y es muy fácil de utilizar.
Nos vemos...
lunes, 14 de diciembre de 2009
Tipos de comillas en español
En español usamos distintos tipos de comillas:
1. Angulares, latinas o españolas (« »).
2. Inglesas (“ ”).
3. Simples (‘ ’).
Verbos con dos participios
Los únicos verbos que en la lengua actual presentan dos participios, uno regular y otro irregular, son imprimir (imprimido/impreso), freír (freído/frito) y proveer (proveído/provisto), con sus respectivos derivados.
Los dos participios pueden utilizarse indistintamente en la formación de los tiempos compuestos y de la pasiva perifrástica: Hemos imprimido veinte ejemplares o Habían impreso las copias en papel fotográfico; Nos hemos proveído de todo lo necesario o Se había provisto de víveres abundantes; Las empanadillas han de ser freídas dos horas antes o Nunca había frito un huevo. No obstante, en los tres casos, se prefiere el uso del participio irregular.
Publicado por Mónica Márquez y Gustavo Luchini
lunes, 26 de octubre de 2009
Los Pocillos
Los pocillos eran seis: dos rojos, dos negros, dos verdes, y además importados, irrompibles, modernos. Habían llegado como regalo de Enriqueta, en el último cumpleaños de Mariana, y desde ese día el comentario de cajón había sido que podía combinarse la taza de un color con el platillo de otro. "Negro con rojo queda fenomenal", había sido el consejo estético de Enriqueta. Pero Mariana, en un discreto rasgo de independencia, había decidido que cada pocillo sería usado con su plato del mismo color.
"El café ya está pronto. ¿Lo sirvo?", preguntó Mariana. La voz se dirigía al marido, pero los ojos estaban fijos en el cuñado. Este parpadeó y no dijo nada, pero José Claudio contestó: "Todavía no. Esperá un ratito. Antes quiero fumar un cigarrillo." Ahora sí ella miró a José Claudio y pensó, por milésima vez, que aquellos ojos no parecían de ciego.
La mano de José Claudio empezó a moverse, tanteando el sofá. "¿Qué buscás?", preguntó ella. "El encendedor." "A tu derecha." La mano corrigió el rumbo y halló el encendedor. Con ese temblor que da el continuado afán de búsqueda, el pulgar hizo girar varias veces la ruedita, pero la llama no apareció. A una distancia ya calculada, la mano izquierda trataba infructuosamente de registrar la aparición del calor. Entonces Alberto encendió un fósforo y vino en su ayuda. "¿Por qué no lo tirás?" dijo, con una sonrisa que, como toda sonrisa para ciegos, impregnaba también las modulaciones de la voz. "No lo tiro porque le tengo cariño. Es un regalo de Mariana."
Ella abrió apenas la boca y recorrió el labio inferior con la punta de la lengua. Un modo como cualquier otro de empezar a recordar. Fue en marzo de 1953, cuando él cumplió 35 años y todavía veía. Habían almorzado en casa de los padres de José Claudio, en Punta Gorda, habían comido arroz con mejillones, y después se habían ido a caminar por la playa. El le había pasado un brazo por los hombros y ella se había sentido protegida, probablemente feliz o algo semejante. Habían regresado al apartamento y él la había besado lentamente, morosamente, como besaba antes. Habían inaugurado el encendedor con un cigarrillo que fumaron a medias. Ahora el encendedor ya no servía. Ella tenía poca confianza en los conglomerados simbólicos, pero, después de todo, ¿qué servía aún de aquella época?
"Este mes tampoco fuiste al médico", dijo Alberto.
"No."
"¿Querés que te sea sincero?"
"Claro."
"Me parece una idiotez de tu parte."
"¿Y para qué voy a ir? ¿Para oirle decir que tengo una salud de roble, que mi hígado funciona admirablemente, que mi corazón golpea con el ritmo debido, que mis intestinos son una maravilla? ¿Para eso querés que vaya? Estoy podrido de mi notable salud sin ojos."
La época anterior a la ceguera, José Claudio nunca había sido especialista en la exteriorización de sus emociones, pero Mariana no se ha olvidado de cómo era ese rostro antes de adquirir esta tensión, este resentimiento. Su matrimonio había tenido buenos momentos, eso no podía ni quería ocultarlo. Pero cuando estalló el infortunio, él se había negado a valorar su amparo, a refugiarse en ella. Todo su orgullo se concentró en un silencio terrible, testarudo, un silencio que seguía siendo tal, aún cuando se rodeara de palabras. José Claudio había dejado de hablar de sí.
"De todos modos debería ir", apoyó Mariana. "Acordate de lo que siempre te decía Menéndez."
"Cómo no, que me acuerdo: Para Usted No Está Todo Perdido. Ah, y otra frase famosa:
Yo tampoco creo en milagros." "¿Y por qué no aferrarte a una esperanza? Es humano."
"¿De veras?" Habló por el costado del cigarrillo.
Se había escondido en sí mismo. Pero Mariana no estaba hecha para asistir, simplemente para asistir, a un reconcentrado. Mariana reclamaba otra cosa. Una mujercita para ser exigida con mucho tacto, eso era. Con todo, había bastante margen para esa exigencia; ella era dúctil. Toda una calamidad que él no pudiese ver; pero esa no era la peor desgracia. La peor desgracia era que estuviese dispuesto a evitar, por todos los medios a su alcance, la ayuda de Mariana. El menospreciaba su protección. Y Mariana hubiera querido -sinceramente, cariñosamente, piadosamente- protegerlo.
Bueno, eso era antes; ahora no. El cambio se había operado con lentitud. Primero fue un decaimiento de la ternura. El cuidado, la atención, el apoyo, que desde el comienzo estuvieron rodeados de un halo constante de cariño, ahora se habían vuelto mecánicos. Ella seguía siendo eficiente, de eso no cabía duda, pero no disfrutaba manteniéndose solícita. Después fue un temor horrible frente a la posibilidad de una discusión cualquiera. El estaba agresivo, dispuesto siempre a herir, a decir lo más duro, a establecer su crueldad sin posible retroceso. Era increíble cómo hallaba a menudo, aún en las ocasiones menos propicias, la injuria refinadamente certera, la palabra que llegaba hasta el fondo, el comentario que marcaba a fuego. Y siempre desde lejos, desde muy atrás de su ceguera, como si ésta oficiara de muro de contención para el incómodo estupor de los otros.
Alberto se levantó del sofá y se acercó al ventanal.
"Que otoño desgraciado", dijo, "¿Te fijaste?" La pregunta era para ella.
"No", respondió José Claudio. "Fijate vos por mí."
Alberto la miró. Durante el silencio, se sonrieron. Al margen de José Claudio, y sin embargo, a propósito de él. De pronto Mariana supo que se había puesto linda. Siempre que miraba a Alberto se ponía linda. El se lo había dicho por primera vez la noche del 23 de abril del año pasado, hacía exactamente un año y ocho días: una noche en que José Claudio le había gritado cosas muy feas, y ella había llorado, desalentada, torpemente triste, durante horas y horas, es decir, hasta que había encontrado el hombro de Alberto y se había sentido comprendida y segura. ¿De dónde extraería Alberto esa capacidad para entender a la gente? Ella estaba con él, o simplemente lo miraba, y sabía de inmediato que él la estaba sacando del apuro. "Gracias", había dicho entonces. Y todavía ahora la palabra llegaba a sus labios directamente desde su corazón, sin razonamientos intermediarios, sin usura. Su amor hacia Alberto había sido en sus comienzos gratitud, pero eso (que ella veía con toda nitidez) no alcanzaba a depreciarlo. Para ella, querer había sido siempre un poco agradecer y otro poco provocar la gratitud. A José Claudio, en los buenos tiempos, le había agradecido que él, tan brillante, tan lúcido, tan sagaz, se hubiera fijado en ella, tan insignificante. Había fallado en lo otro, en eso de provocar la gratitud, y había fallado tan luego en la ocasión más absurdamente favorable, es decir, cuando él parecía necesitarla más.
A Alberto, en cambio, le agradecía el impulso inicial, la generosidad de ese primer socorro que la había salvado de su propio caos, y, sobre todo, ayudado a ser fuerte. Por su parte, ella había provocado su gratitud, claro que sí. Porque Alberto era un alma tranquila, un respetuoso de su hermano, un fanático del equilibrio, pero también, y en definitiva, un solitario. Durante años y años, Alberto y ella habían mantenido una relación superficialmente cariñosa, que se detenía con espontánea discreción en los umbrales del tuteo y sólo en contadas ocasiones dejaba entrever una solidaridad algo más profunda. Acaso Alberto envidiara un poco la aparente felicidad de su hermano, la buena suerte de haber dado con una mujer que él consideraba encantadora. En realidad, no hacía mucho que Mariana había obtenido a confesión de que la imperturbable soltería de Alberto se debía a que toda posible candidata era sometida a una imaginaria y desventajosa comparación.
"Y ayer estuvo Trelles", estaba diciendo José Claudio, "a hacerme la clásica visita adulona que el personal de la fábrica me consagra una vez por trimestre. Me imagino que lo echarán a la suerte y el que pierde se embroma y viene a verme."
"También puede ser que te aprecien", dijo Alberto, "que conserven un buen recuerdo del tiempo en que los dirigías, que realmente estén preocupados por tu salud. No siempre la gente es tan miserable como te parece de un tiempo a esta parte."
"Qué bien. Todos los días se aprende algo nuevo." La sonrisa fue acompañada de un breve resoplido, destinado a inscribirse en otro nivel de ironía.
Cuando Mariana había recurrido a Alberto en busca de protección, de consejo, de cariño, había tenido de inmediato la certidumbre de que a su vez estaba protegiendo a su protector, de que él se hallaba tan necesitado de amparo como ella misma, de que allí, todavía tensa de escrúpulos y quizás de pudor, había una razonable desesperación de la que ella comenzó a sentirse responsable. Por eso, justamente, había provocado su gratitud, por no decírselo con todas las letras, por simplemente dejar que él la envolviera en su ternura acumulada de tanto tiempo atrás, por sólo permitir que él ajustara a la imprevista realidad aquellas imágenes de ella misma que había hecho transcurrir, sin hacerse ilusiones, por el desfiladero de sus melancólicos insomnios. Pero la gratitud pronto fue desbordada. Como si todo hubiera estado dispuesto para la mutua revelación, como si sólo hubiera faltado que se miraran a los ojos para confrontar y compensar sus afanes, a los pocos días lo más importante estuvo dicho y los encuentros furtivos menudearon. Mariana sintió de pronto que su corazón se había ensanchado y que el mundo era nada más que eso: Alberto y ella.
"Ahora sí podés calentar el café", dijo José Claudio, y Mariana se inclinó sobre la mesita ratona para encender el mecherito. Por un momento se distrajo contemplando los pocillos. Sólo había traído tres, uno de cada color. Le gustaba verlos así, formando un triángulo.
Después se echó hacia atrás en el sofá y su nuca encontró lo que esperaba: la mano cálida de Alberto, ya ahuecada para recibirla. Qué delicia, Dios mío. La mano empezó a moverse suavemente y los dedos largos, afilados, se introdujeron por entre el pelo. La primera vez que Alberto se había animado a hacerlo, Mariana se había sentido terriblemente inquieta, con los músculos anudados en una dolorosa contracción que le había impedido disfrutar de la caricia. Ahora no. Ahora estaba tranquila y podía disfrutar. Le parecía que la ceguera de José Claudio era una especie de protección divina.
Sentado frente a ellos, José Claudio respiraba normalmente, casi con beatitud. Con el tiempo, la caricia de Alberto se había convertido en una especie de rito y, ahora mismo, Mariana estaba en condiciones de aguardar el movimiento próximo y previsto. Como todas las tardes, la mano acarició el pescuezo, rozó apenas la oreja derecha, recorrió lentamente la mejilla y el mentón. Finalmente se detuvo sobre los labios entreabiertos. Entonces ella, como todas las tardes, besó silenciosamente aquella palma y cerró por un instante los ojos. Cuando los abrió, el rostro de José Claudio era el mismo. Ajeno, reservado, distante. Para ella, sin embargo, ese momento incluía siempre un poco de temor. Un temor que no tenía razón de ser, ya que en el ejercicio de esa caricia púdica, riesgosa, insolente, ambos habían llegado a una técnica tan perfecta como silenciosa.
"No lo dejes hervir", dijo José Claudio.
La mano de Alberto se retiró y Mariana volvió a inclinarse sobre la mesita. Retiró el mechero, apagó la llamita con la tapa de vidrio, llenó los pocillos directamente desde la cafetera.
Todos los días cambiaba la distribución de los colores. Hoy sería el verde para José Claudio, el negro para Alberto, el rojo para ella. Tomó el pocillo verde para alcanzárselo a su marido, pero antes de dejarlo en sus manos, se encontró con la extraña, apretada sonrisa. Se encontró además, con unas palabras que sonaban más o menos así: "No, querida. Hoy quiero tomar en el pocillo rojo."
Montevideanos 1959
viernes, 16 de octubre de 2009
Herramienta que puede ayudarles en la pronunciación
Una herramienta que sin duda nos auxilia en el español y que tiene una imagen increíble, sin contar con el avatar siguiendo el "cursor del mouse" con los ojos "kkk" y los efectos múltiples en la voz.
Espero que les sea útil y lo utilicen para entrenar.
Un abrazo,
Aclaración
Pensé en dejar el blog, como en verdad lo hice, pero no en total puesto que, ahora vuelvo y deseo desarollar a los pocos todo los asuntos que podría haber planteado y no lo pude.
Es lógico que... aún tengo mis trabajos y la universidad, entonces, vuelvo al menos una vez al mes a "postar" hasta que lleguen las vacaciones.
Sugerencias son siempre bien recebidas.
Hasta,
Dri
viernes, 29 de mayo de 2009
Un poco de Buenos Aires
fuente: www.muchoviaje.com
Un video de una agencia de viaje que nos lleva a conocer puntos turísticos de diversos países.
puedes conocer un poco de:
La boca (caminito); Calle Corrientes (gran cantidad de librerías, bares y cafés); Obelisco (construído en 1936 - simbólo indiscutible de la ciudad- 67 metros de altura); Puerto Madero (Puente de la mujer); San Telmo (uno de los más antiguos/Plaza Dorrego); Calle Florida (muchas tiendas).
¡Haz ahora un viaje a Buenos Aires a través de ese corto video y después busca otros lugares que quieras conocer!
miércoles, 27 de mayo de 2009
Bilingüismo en España
bem, na aula de hoje continuamos falando a respeito de um assunto que está me interessando muito, " el bilingüismo".
De acordo com o texto "Lenguas en contacto en españa" Siguán (2001) essas línguas foram reconhecidas pela constituição espanhola de 1978 como "cooficiales".
Cataluña y en las Islas Baleares - catalán
Valencia - valenciano ( variedad local del catalán)
País Vasco y en Navarra - Vasco o Euskera
Galícia - gallego
Talvez nem seja um problema, mas segundo o professor, a Catalunha é uma região industrializada e portanto muitas pessoas vão pra lá e levam suas famílias, porém as escolas ensinam somente catalão, havendo portanto reclamações diversas, afinal, como estudarão os filhos desses trabalhadores se não conhecem uma palavra em catalão? eu me pergunto.
Bem... Não entendo quase nada a respeito, mas seria interessante "echar un vistazo" (eu mesmo farei isso depois). Conhecemos pouco sobre a língua que estudamos e sobre os países que a falam, nunca é demais aprender!!!
Não deixem de acrescentar informações...
jueves, 21 de mayo de 2009
miércoles, 13 de mayo de 2009
¿Conoces pocas palabras en español? Esa telenovela es para ti rsrs
Una telenovela que no sé el origen, lo que sé es que es muy cómica y se puede entender con un vocabulário muy restringido...
Bueno, este post es un homenaje a un gran amigo que fué lo que me indicó este video y la persona que siempre (ahora un poco menos por falta de tiempo) está a mi lado y a quién admiro mucho.
Te lo agradezo por la indicación y espero que seamos siempre amigos. Estaré aquí para lo que necesites.
Te extraño mucho Junior y lo sabes.
Hasta
martes, 12 de mayo de 2009
¿Femenino o masculino? ¿Vamos a estudiar?
Aprender español no es solo memorizar palabras...
Bueno, a todos los brasileños que conozco y que empiezan a aprender español, después de seis meses cambian casi que totalmente su opinión inicial. Algunos dejan el idioma por creerlo muy difícil, el problema es cambiar la idea de lengua fácil y sólo mirarla como una lengua diferente, con una cultura diferente y con otras reglas gramaticales.
Veremos eso en nustros posts y espero que podamos tener esa equivocación resuelta al final.
EL ASUNTO CONTINUA...
sábado, 9 de mayo de 2009
Escuchar u oír
Ese es el caso del uso abusivo de escuchar en lugar de oír. Un caso de imprecisión que, como muchos otros, quizá no proceda de ignorancia o dejadez, sino de pedantería.
Hay una cierta tendencia a considerar más cultas las palabras largas y a dar de lado las cortas y quizá sea ese «prestigio de la longitud» la causa de que el breve oír vaya quedando relegado al habla de los que consideran que la supresión de matices significativos no aporta nada y puede traer algún problema.
El español posee dos verbos (procedentes de los latinos audire y auscultare) con significados diferentes: oír y escuchar. Según indica el Diccionario de la lengua española de la Real Academia oír significa ‘percibir con el oído los sonidos’ y escuchar ‘aplicar el oído para oír, prestar atención a lo que se oye’.
Para oír no se requiere la voluntad, para escuchar sí. Para no oír hay que taparse las orejas, para no escuchar basta no prestar atención, pensar en otra cosa. Para oír es suficiente un oído sano y un sonido perceptible, para escuchar se necesita premeditación.
No te escucho. Cuando, probablemente, lo que se pretende decir es que no se percibe bien el sonido, sin tener en cuenta que, No te escucho significa: ‘no quiero oír lo que dices’, ‘no me interesa saber qué quieres comunicarme’, ‘no deseo poner atención en tus palabras... no existes para mí’. Sería más claro, e infinitamente más educado, decir: No te oigo.
*De pronto escuché un ruido ensordecedor.
*Habla más alto, que no te escucho.
Las formas correctas serían:
La cinta estaba estropeada y no se oía la grabación.
De pronto, oí un ruido ensordecedor.
Habla más alto que no te oigo.
¿Se me escucha bien?
En ese caso, la respuesta del público entregado podría perfectamente ser: Escucharse se escucha, pero lo que es oír... ¡no se oye nada!, porque escuchar depende de la voluntad de las personas y oír de la calidad del oído o la acústica del local.
Aun / Aún
¡Su uso es muy simple! ¡Qué la información le sea útil!
1. La forma aun es un monosílabo átono: no lleva tilde nunca, y equivale a los siguientes valores: aunque, incluso, siquiera.
Aun (incluso) los sordos han de escucharme.
No vino nadie: ni mis amigos, ni los profesores, ni aun (siquiera) mis padres.
Ni hizo nada por él, ni aun (siquiera) lo intentó.
2. En cambio, también existe aún que es bisílabo y tónico (se pronuncia /a-ún/). Lleva tilde porque hay que marcar el hiato y porque es una palabra aguda que termina en –n. Con frecuencia es adverbio de tiempo, y equivale a todavía:
Aún te estoy esperando.
No ha llegado aún el profesor.
No sé aún si voy a aprobar.
- cuando se coloca antes de la palabra que afecta o modifica, se pronuncia como átona:
Aún te estoy esperando. (/áun/)
- cuando va detrás de la palabra a la que se refiere, el adverbio se pronuncia como hiato (bisílaba)
No salen aún de la clase. (/a-ún/)
domingo, 3 de mayo de 2009
¿Para qué sirven los besos?
“Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso... yo no sé qué te diera por un beso”,
reza una de las más bellas y conocidas estrofas del gran poeta español del siglo XIX, Gustavo Adolfo Bécquer.
La doctora Helen Fisher, profesora de la Universidad de Rutgers en Nueva Jersey, EE. UU. afirma que "un beso es un mecanismo de evaluación del compañero", y que al besar se desencadenan una serie de reacciones químicas, y en algunos casos, un mal beso podría ser el “comienzo del fin” de un nuevo romance.
La antropóloga Helen Fisher, autora de libros sobre la sexualidad, el amor y las diferencias de género en el cerebro, ha señalado que besar supone algo más del 90 por ciento de las actividades sociales de los seres humanos y además es un instinto natural para estimular los mecanismos de la reproducción”.
"Cuando besamos, vemos, olemos, sentimos al otro. Su saliva contiene cantidades de hormonas que constituyen un indicador de su personalidad. Al besar, el cerebro se pone activo. Cinco nervios le llevan mensajes de lo que están sintiendo. Es realmente una herramienta de evaluación muy poderosa.", ha explicado la doctora Fisher.
Cuando besamos impulsados por el amor romántico, una parte del cerebro enloquece y se comporta "como si estuviera bajo los efectos de la cocaína".
“El amor romántico es un impulso poderoso que viene del motor de la mente, del área responsable de las adicciones", señala la antropóloga.
Por otra parte, "hay evidencias de que la saliva contiene testosterona y de que a los hombres les gustan los besos con más saliva y con la boca más abierta, lo cual me sugiere que intentan transferir testosterona para alentar el apetito sexual en las mujeres", ha señalado la investigadora, que opina que “las reacciones químicas cerebrales ocasionadas por los besos están presentes en el cortejo, aunque no seamos conscientes de ellas".
jueves, 23 de abril de 2009
¿Castellano o Español?
Muchos son los que hacen lío con eso... entonces no te equivoques más...
A los ninõs: Adivinanzas - profesiones
Ha bogado muchas veces,
ya lo creo,
entre togas de los jueces,
por un reo.
(El abogado)
Hago paredes,
pongo cimientos
y a los andamios
subo contento.
(El albañil)
Con una manguera,
casco y escalera
apago los fuegos
y las hogueras.
(El bombero)
Tocando el silbato
y moviendo los brazos
ordeno y dirijo
los coches del barrio.
(El guardia de tráfico)
La cartera, compañera,
me acompaña con frecuencia,
voy de portal en portal
llevando correspondencia.
(El cartero)